En agosto de 2015 Miguel y yo hicimos un viaje en coche por Serbia, Bosnia y Montenegro. En el tercero de nuestros destinos decidimos improvisar y regresar de Kotor a Herceg Novi por un camino alternativo que discurrรญa junto al mar. Hacรญa un calor hรบmedo que he sufrido pocas veces y recuerdo pensar que si estiraba mucho los brazos por la ventana casi podรญa tocar el agua. A lo largo de la ruta habรญa pequeรฑos embarcaderos; tenรญa ganas de parar para darnos un baรฑo, pero no lo propuse porque sabรญa que el camino era largo (resultรณ serlo mรกs aรบn). Todo iba bien hasta que apareciรณ una guagua de frente y descubrimos que aquella estrecha carretera desde la que tenรญamos vistas privilegiadas del Adriรกtico era de doble sentido. A pesar de las peripecias, o quizรกs como consecuencia de ellas, el ย volkswagen golf que habรญamos alquilado en Belgrado, y que debรญamos devolver unos dรญas despuรฉs en la misma ciudad, acabรณ con dos ruedas en una zanja. ยฟQuรฉ grรบa llegarรญa hasta allรญ? ยฟConseguirรญa pasar la guagua sin rozar el coche? ยฟNos costarรญa mรกs esa excursiรณn que todo el periplo por los Balcanes? ยฟSerรญamos capaces de hacer el camino de regreso en tiempo?
De ese viaje sin internet (salvo en los hoteles) y prรกcticamente sin Google Maps nos trajimos imรกgenes de la biblioteca reconstruida de Sarajevo, de los carteles que prohibรญan la entrada de armas a algunos establecimientos, de los llaveros hechos con casquillos de balas, de las instalaciones de las olimpiadas del 92, de los carteles que advertรญan de la presencia de minas, del puente en obras sobre el Drina, de los jรณvenes tirรกndose de cabeza al rรญo en Mostar, de nuestro guรญa Ervin, del burek, del yogur liquido, del concierto de turbofolk. No hubo ninguna foto de aquella tarde.
Supongo que las normas no escritas de Instagram impiden contar historias asรญ. Todos los viajes tienen que ser perfectos. En verano abandonamos nuestras rutinas -e invertimos una gran cantidad de dinero- para vivir una aventura, y esa aventura debe cumplir con nuestras expectativas y las de nuestros familiares, amigos, seguidores. Viajar es la actividad que mรกs unanimidad genera. En 1950 hubo 25,3 millones de viajeros internacionales; en 2018, 1.400 millones. Pero ยฟnos moverรญamos tanto si no pudiรฉramos detallar los sitios รบnicos a los que hemos ido, si nuestros viajes no definieran parte de nuestra identidad?
Tanzania acaba de decidir que instalarรก red mรณvil a 5.895 kilรณmetros de altura. Si hay un accidente, los montaรฑistas estarรกn mรกs protegidos. Podrรกn pedir auxilio. Aquellos que usen redes sociales tambiรฉn obtendrรกn otra recompensa: no deberรกn esperar por los likes, coronarรกn el Kilimanjaro con pรบblico y con la correspondiente subida de dopamina. El Gobierno quiere hacer mรกs accesible el ascenso a la cima, a la que anualmente llegan unos 35.000 aventureros y que supone ingresos considerables para este paรญs y para Kenia. Para ello, mรกs seguridad y mรกs posibilidades de postear la hazaรฑa en directo.
Todos queremos viajar, pero, mรกs aรบn, todos queremos exprimir nuestros viajes y contar que pisamos lugares inaccesibles. El periodista Lawrence Osborne publicรณ en 2017 โEl turista desnudoโ y ya entonces sabรญa que prรกcticamente no quedaban territorios por explorar. Su libro es un viaje con el objetivo de salir del mundo, que para รฉl era llegar a Papรบa Nueva Guinea. โTiempo atrรกs -escribiรณ- habรญa dos tipos de lugares: aquellos en los que uno no habรญa estado personalmente y aquellos en los que no habรญa estado nadie. (โฆ) En el siglo XX esos dos lugares se confundieron deliberadamente y esta amalgama forzada dio como resultado lo que he denominado como cualquier parte. Es como si la pluralidad de diferentes tipos de lugares -algunos conocidos, otros desconocidos, algunos civilizados, otros salvajes- se hubiese concentrado para formar un รบnico tipo de lugar que intenta mantener artificialmente todas esas caracterรญsticas, sin conseguir ningunaโ.
Sin embargo, el viaje tiene poco que ver con el destino. La artista Jacqui Kenny, conocida como Agoraphobic Traveller, ha logrado sortear fronteras sin salir de casa. Desde 2009 sufre un trastorno de ansiedad que limita su vida y le impide desplazarse a los destinos con los que siempre ha soรฑado. Google Street View le ha permitido seguir moviรฉndose de otra manera (aquรญ puedes consultar los paรญses a los que ha viajado y las razones por las que lo ha hecho). โHe encontrado ciudades remotas y paisajes polvorientos, gemas arquitectรณnicas vibrantes y personas anรณnimas, todo congelado en el tiempoโ, explicรณ hace aรฑos.
Hoy casi todos hemos visitado muchos mรกs paรญses que nuestros padres, y a los lugares a los que no nos han llevado las compaรฑรญas de bajo coste lo han hecho los ojos de quienes sรญ han estado allรญ y han dejado incontables testimonios de ello. Sin embargo, la globalizaciรณn no ha hecho necesariamente que sepamos mรกs sobre quienes habitan esas ciudades o esos pueblos. Porque para mirar hay que salirse de la ruta.
Los motivos para viajar son interminables, pero hay quienes, todavรญa hoy, cuando las redes sociales han invadido todos nuestros actos, viajan para escribir. La periodista argentina Leila Guerriero sabe que no existe el decรกlogo del buen cronista, โpero, si lo hubiera, dirรญa que es alguien que entra en iglesias y mezquitas, en bares y en cementerios, en clubes y en las casas, que habla poco, que escucha mucho, que lo mira todo โcarteles y colegios, la gente por la calle, los perros, el clima y las comidasโ y que, despuรฉs de mirar, hace que eso signifique: que descubre, en aquello que miraron tantos, una cosa nueva; que cuenta Nueva York โParรญs o Tokioโ como si fueran terra incรณgnitaโ.
A mรญ me gusta pensar que viajo por algunos de los motivos por los que lo hacรญa Claudio Magris. โViajar enseรฑa el desarraigo, a sentirse siempre extranjeros en la vida, incluso en casa, pero sentirse extranjeros entre extranjeros acaso sea la รบnica manera de ser verdaderamente hermanos. Por eso la meta del viaje son los hombresโ.
Por fortuna, Miguel y yo no tuvimos que destinar todos nuestros ahorros a pagar la grรบa y los daรฑos. Me bajรฉ del coche y, de repente, todavรญa no sรฉ de dรณnde, aparecieron decenas de montenegrinos que probablemente se asustaron tanto como Miguel al ver mi cara y decidieron echarnos todas las manos que tenรญan. Uno de ellos tomรณ el mando y organizรณ el trabajo. Primero, le dio indicaciones al conductor de la guagua para que lograra avanzar, a la velocidad de una tortuga enferma y a un centรญmetro de distancia de nuestro coche. Despuรฉs, aquel ejรฉrcito improvisado de hombres se colocรณ a lo largo del vehรญculo y, tras varios intentos fallidos, consiguiรณ levantarlo y devolverlo a la carretera. El coche arrancรณ a la primera y retomamos la ruta cuando el sol empezaba a caer sobre aquella carretera desierta. Cuando llegamos a nuestro alojamiento en Herceg Novi hacรญa bastante que habรญa anochecido.
Por Saray Encinoso Brito.