“Los viajes me han hecho más solidaria, más sensible a las injusticias”
Cristina Morató (Barcelona, 1961) estudió periodismo y fotografía. Desde muy joven ha recorrido el mundo como reportera, realizando numerosos artículos y reportajes. A lo largo de una intensa vida profesional ha sido, además, directora de varios programas de RTVE. Ella será una de las protagonistas de la V edición de Periplo, Festival Internacional de Literatura […]

Cristina Morató (Barcelona, 1961) estudió periodismo y fotografía. Desde muy joven ha recorrido el mundo como reportera, realizando numerosos artículos y reportajes. A lo largo de una intensa vida profesional ha sido, además, directora de varios programas de RTVE. Ella será una de las protagonistas de la V edición de Periplo, Festival Internacional de Literatura de Viajes y Aventuras, que se desarrollará del 23 al 29 de octubre en el Puerto de la Cruz. Morató centrará su intervención en la figura de Lola Montes, la protagonista de su último libro ‘Divina Lola’.

– ¿Cuánto tiene de periodista Cristina Morató y cuánto de escritora?

– Yo me siento ante todo periodista más que escritora, a pesar de que ya llevo publicados siete libros. Yo no escribo novelas, no hago ficción, todos mis libros están dedicados a rescatar del olvido a las grandes mujeres injustamente olvidadas por la historia. No invento nada, lo que hago es investigar sus vidas, a través de sus cartas, diarios, memorias o testimonios de la época. Además creo que en mi forma narrativa se nota un estilo muy periodístico. Así que yo diría que soy una periodista y viajera que escribe biografías de mujeres, muchas de ellas, viajeras y exploradoras cuyas hazañas han sido omitidas de los libros de texto.

– Después de un viaje, ¿Cómo se estructura la redacción y creación de un libro? 

– Cada libro es un mundo y es verdad que en los viajes he encontrado algunas historias de mujeres extraordinarias que han acabado siendo las protagonistas absolutas, como la condesa Marga d´Andurain, cuya biografía  recuperé en mi libro Cautiva en Arabia ( 2009). Fue en un viaje a Siria cuando visité las ruinas de Palmira y en el hotel Zenobia oí hablar de esta mujer que tuvo una vida de lo más novelesca: espió para los británicos, regentó el hotel Zenobia junto a su marido en pleno desierto sirio hacia 1930  y se propuso ser la primera occidental en entrar en La Meca. Para ello, ya divorciada de su marido, se casó con un beduino y se convirtió al islam. Su viaje al corazón de Arabia fue una pesadilla y acabó recluida primero en un harén y después encarcelada en la terrible prisión de Yidda. Atraída por esta historia, a mi regreso a Madrid conseguí localizar al hijo menor de Marga d´Andurain, un anciano héroe de la Resistencia francesa que vivía retirado en una residencia de ancianos a las afueras de París. Gracias a su estrecha colaboración, a los documentos y fotografías que me cedió, puede reconstruir la vida de su madre. En este caso tuve la inmensa suerte de poder contar con un testimonio de primera mano, que rara vez ocurre, porque además Jacques d´Andurain, su hijo, la había acompañado en sus aventuras por Oriente. Con todo este material pude escribir Cautiva en Arabia y dar a conocer la historia de esta vasco-francesa olvidada por la historia, como tantas otras mujeres audaces y adelantadas a su tiempo.

– ¿Qué nos puede adelantar de su próxima presencia en Periplo?

– Me han invitado a Periplo para hablar de una viajera un tanto original y poco conocida, Lola Montes, que es la protagonista de mi último libro Divina Lola. Esta mujer fue una aventurera, cortesana y bailarina del siglo XlX que haciéndose pasar por exótica bailarina española – en realidad era irlandesa y se llamaba Elizabeth Gilbert – llevó una vida de viajes y aventuras impensables para una dama victoriana.  Debutó en los teatros más importantes de Europa con sus danzas españolas, se codeó con literatos, políticos, músicos y aristócratas más célebres de su tiempo, como Alejandro Dumas, Honoré de Balzac y George Sand. Y, sobre todo, enamoró al rey Luis l de Baviera, quien la nombró condesa de Landsfeld y le otorgó todos los privilegios. Por su amor, el monarca se vio obligado a abdicar en 1848. Pero sobre todo Lola Montes fue una de las grandes viajeras de su tiempo. Recorrió más de 127.000 kilómetros, casi tres veces la vuelta al mundo, y casi siempre sola. Tras sus aventuras en Europa probó fortuna en América donde vivió la fiebre del oro y actuó para los rudos mineros en el Lejano Oeste. También llegó a Australia donde vivió como intrépida pionera. He podido escribir su biografía gracias al acceso a documentos inéditos y he recorrido algunos de los escenarios donde vivió, desde París o Múnich, a San Francisco, incluso visite Sacramento, Nevada City y Grass Valley donde aún se conserva la cabaña donde Lola vivió como una pionera.

-¿Qué diferencias o dificultad añadida entraña ser una mujer viajera respecto a un hombre viajero?

– Me hacen a menudo esta pregunta y creo que no hay grandes diferencias o dificultades por el hecho de ser mujer. Yo he viajado mucho sola, casi siempre, incluso por países árabes, y debo decir que nunca he tenido problemas. Siempre intento ser respetuosa con las tradiciones del país que visito, por muy extrañas o retrógradas que puedan parecerme. Trato de pasar muy desapercibida para poder hacer mi trabajo y sobre todo me gusta escuchar y convivir con las mujeres, que casi siempre, son las protagonistas de mis historias. En este aspecto el ser mujer de abre las puertas porque las mujeres, ya sean masais o campesinas senegalesas, siempre reciben bien a una extranjera, y más si viaja sola y con tiempo. Otra cosa es que hay países que ahora, debido al narcotráfico sobre todo, se han vuelto más peligrosos. Yo de joven recorrí México sola y con mis cámaras al hombro y visité muchos lugares que hoy no podría por la inseguridad y la violencia machista que existe.

– Viajar alimenta y hace crecer a las personas, en su caso ¿cuál ha sido la influencia en su personalidad?

– Para mí los viajes han sido una escuela de vida y no sería la misma si siendo una adolescente no me hubiera liado la manta a la cabeza y hubiera puesto rumbo, como hice, a Centroamérica, en un viaje que fue mi bautismo de fuego. Me apasiona viajar, conocer otras culturas, otras formas de vida. Soy muy sociable  por naturaleza y tengo bastante sentido del humor, así que no me ha sido difícil conectar con la gente, incluso con nativos algo hostiles en la Amazonía. Es verdad que me adapto bien y  en mi juventud era capaz de comer lo que fuera, desde carne de mono o orugas en su salsa, con tal de contentar a mis anfitriones, y tampoco me importaba dormir en una hamaca bajo las estrellas. Los viajes han sido muy importantes en mi crecimiento personal, y me doy cuenta ahora en mi madurez. Me han hecho más solidaria, más sensible a las injusticias , más abierta de mente y sobre todo he aprendido a valorar lo que tenemos. He viajado mucho sola y nunca he tenido problemas, al contrario, al ir sola en muchos casos han acabado “adoptándome” lo que me ha permitido conocer a la gente en su intimidad, sobre todo el universo doméstico de las mujeres.

– Según su parecer, ¿el mundo debe unirse en estructuras supranacionales o el camino es volver a las identidades y estructuras  propias de las naciones y regiones?

– Si lo que me pregunta es si creo en los nacionalismos, le diré que no. No sé si fue Unamuno quien dijo aquello de lo que “los nacionalismos se curan viajando”, lo suscribo totalmente. Yo soy de Barcelona pero hace ya muchos años que vivo en Madrid. Me encanta mi tierra y mi ciudad natal, me siento muy identificada con la cultura Mediterránea, pero he viajado tanto que en realidad me considero ciudadana del mundo, y no es una frase bonita, es la realidad. Yo no siento la pertenencia a una tribu ni a un grupo, ni me identifico con ninguna bandera. Es lo bueno que tiene haber conocido tantas culturas y horizontes lejanos…

– Esa posibilidad y capacidad de viajar como parte de su vida, ¿es tan idílica como pudiera parecer desde fuera?

– No hay nada idílico, en mi caso el viajar ha ido unido a mi profesión de reportera y no siempre lo pasas bien porque te enfrentas en ocasiones a realidades muy duras, incluso a la muerte. A veces puede parecer desde fuera que la profesión de reportero es como estar de siempre de vacaciones, de un lugar para otro, visitando lugares remotos y exóticos …quizás las películas han dado una visión muy edulcorada de esta profesión. La realidad es otra, yo me he sentido muy sola, he llorado de rabia e impotencia y a veces el regreso a casa no ha sido fácil. Aun así, con sus luces y sus sombras, para mi ésta es la mejor profesión del mundo.

– ¿Hay algún punto del planeta al que evitaría viajar por todos los medios? ¿Cuál repetiría?

– He recorrido ya más de 50 países en mi vida, y aún me queda mucho por descubrir. No tengo una lista de países “a evitar “  aunque es cierto que hay países que me atraen menos porque rige en ellos una dictadura o no respetan los derechos humanos. Quizás países como Arabia Saudí o China  no estén entre mis destinos más inmediatos.  Pero tengo algunas asignaturas pendientes como conocer el sur de la India o países como Yemen y Etiopía que me atraen mucho. Ahora viajo bastante con mi hijo adolescente y no me importa repetir destinos con él porque  a través de su mirada descubro nuevos matices, esto me ha ocurrido en países como Tailandia o México, donde me siento como en casa porque comencé a recorrerlos de muy joven.

– ¿Qué conoce de las Islas Canarias?

– La primera vez que viaje a las Canarias era una joven periodista que trabajaba como documentalista para un programa de televisión que presentaba mi admirada escritora Montserrat Roig. Me encargó viajar a Fuerteventura y llegar a la isla de Lobos para entrevistar a su farero, Antoñito, todo un personaje  y un hombre excepcional. Fue una experiencia maravillosa poder pasar unos días con este hombre que conocía la isla como la palma de la mano y había vivido muchos años en el faro con su familia. Después he regresado a Canarias en muchas ocasiones, ya con mi hijo pequeño y mi esposo,  Lanzarote y Fuerteventura se convirtieron en destino habitual de vacaciones. Tengo muy gratos recuerdos de estas islas y creo que, a pesar del boom turístico, aún conservan magnificas playas y rincones para olvidarse del reloj y del mundo. Y más tarde descubrí la isla de La Palma, y fue un flechazo a primera vista. Me fascinaron sus paisajes, el contraste entre los imponentes volcanes, los bosques verdes y frondosos y sus cielos estrellados, no he visto muchos lugares en el mundo donde se puedan observar tan nítidamente las estrellas.  Confieso que es una lugar donde no me importaría instalarme una larga temporada para escribir, es de lo más inspirador.